miércoles, 30 de marzo de 2011

Hoy no fue un buen día:

Desperté temprano y con hambre así que decidí salir de mi habitación en busca de un poco de comida; tenía un hambre que era capaz de comer lo que fuera, pan, queso, carne, papel, tierra, hasta un trozo de madera. Cuándo iba imaginarme que al salir de mi pequeña guarida me encontraría con tremenda barahúnda.

Descalzo, llegué a la puerta de mi habitación apenas abierta, por cierto ubicada muy convenientemente cerca del refrigerador y la estufa; asomé levemente la cabeza pegado al marco de la puerta y con todos mis ojos lancé una mirada veloz para cerciorándome de que nadie me estuviera observando; tan pronto me vi libre arranqué mi carrera a todo galope librando toda clase de obstáculos que en mi camino se interponían; ya saboreaba la victoria e imaginaba en mi paladar toda clase de manjares que el refrigerador escondía para mi... ¡¡cuando de pronto!!...

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhh!...el más espantoso grito que jamás había escuchado llegó a mis oídos y en menos de lo que mis antenas pudieran detectarlo, un letal zapatazo voló justo por encima de mi cabeza; fue ahí cuando se desató la vorágine. La mujer, gritando despavoridamente, se encaramó sobre la mesa del comedor señalándome con el dedo y diciendo palabras que eran ininteligibles para mí mientras que un hombre grande y fornido, alarmado aparecía en la escena por la otra entrada de la cocina decidido a sacarme de la casa hecho pedazos. Al verlo estallé en pánico imaginando mi terrible muerte a las manos de aquel bárbaro que lanzó acometidas en mi contra a diestra y siniestra mientras yo corría horrorizado por todos lados hasta que en un movimiento instintivo, pase por encima de uno de sus pies. Eso fue suficiente para que aquella bestia, lanzando un alarido un tanto afeminado, levantara su pie con tal fuerza que me hizo volar por los aires. Me pareció eterno el tiempo cuando, en cámara lenta surque los aires y vi el rostro horrorizado de aquella mujer que inmóvil sobre la mesa me veía caer directo hacia ella. Mi cara aterrizó justo entre sus pechos y en un arrebato de terror y asco se levanto de la mesa resbalando sin control, rompió vajillas, copas y vasos mientras se arrancaba la camisa y se lanzo a correr con los pechos al aire, lanzando manotazos para alejarme de ella mientras que el hombre corría alrededor de la habitación gritando...hasta que un certero golpe me lanzo de nuevo por los aires azotando en seco sobre el piso y ahí quede, inerte...en un silencio sepulcral.

Mis perseguidores finalmente recuperaron la calma. Ni un solo ruido mas se escuchaba, excepto la respiración agitada de aquellas personas que ahora tenían fijas sus miradas sobre mi; y yo ahí, yacía boca arriba en el suelo, con los ojos cerrados, sin moverme, y con una gran herida en un costado que dejaba al descubierto mis entrañas. La mujer da el primer paso -ahí vienen de nuevo; con cautela se acerca hacia mí y detrás de ella el hombre y cuando ella se disponía a tocarme con la punta de su pie, moví violentamente una de mis piernas y después quede inmóvil de nuevo; los dos retrocedieron. Después el silencio de nuevo y sus miradas sobre mi; yo inerte. Finalmente el hombre se hace de valor y sin pensarlo más se acercó a mí y de un puntapié me lanzó contra la pared donde quedé de nuevo, inocuo; ellos dieron media vuelta y salieron de la habitación orgullosos y satisfechos con su mortal cacería, no obstante la obvia superioridad numérica.

Esperé a que se fueran, y después de una buena siesta para recuperarme de la confusión, la corretiza y los golpes, volví en mi, logre ponerme de pie y termine lo que había comenzado, comí hasta reventar. No cabe duda que ser una cucaracha tiene sus riesgos, pero también sus recompensas.

P.D.: hoy en la noche los visitaré mientras duermen…adoro a estos humanos.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Consejos gravitacionales

1. La Fuerza de Gravedad, no la desperdicies...

Así es, escucha lo que te digo: no desperdicies la fuerza de gravedad. Te despiertas por la mañana y ella esta ahí; sales de tu cama, caminas y ella sigue ahí; a donde quiera que vas ella está contigo; y vas, te miras al espejo, la gravedad ha tenido su efecto sobre ti y lo puedes ver en tu propio rostro, en tu sonrisa incluso. Esta en todos lados y en todo momento, tanto que parecería que es un recurso natural que nunca se acabará pero estas muy equivocado si así lo crees. Y acéptalo, la despilfarras sin mesura, estas tan acostumbrado a ella que ni siquiera consideras guardar un poco para después, para cuando ya no haya.

Tal vez si la apreciaras un poco más, pero mírate, dejas caer todo sin darle mayor importancia al atroz desperdicio de fuerza de gravedad; y peor aún, cuando realmente todo comienza a caer sin control, tu mente ciega olvida todo lo bueno que la fuerza de gravedad te ha dado y te lleva hasta la ira incontrolable, la desesperación, la impotencia, culpas a la fuerza de gravedad cuando las cosas caen al suelo y se rompen en mil pedazos. Entonces no quieres saber nada de la gravedad, y fantaseas con la ilusión de poder vivir sin ella, de ser "libre" y flotar exento de cualquier atadura; no sabes lo que dices. Piénsalo bien, ¿En verdad quieres eso? Todo flotando caóticamente en el espacio, sin un arriba ni un abajo; es la gravedad la que nos mantiene con los pies en la tierra, la que nos da fuerza, la que nos mantiene juntos.

No te culpo, supongo que es la naturaleza del ser humano desperdiciar lo que tiene en abundancia y ciertamente la gravedad hoy en día está bastante devaluada, pero sábete bien que es energía que se disipa si la dejas escapar y ten en cuenta que algún día cuando todo lo que tenía que caer haya caído, entonces no habrá más que hacer y la fuerza de gravedad habrá desaparecido para siempre.


2. El Amor, no lo desperdicies.

[ídem]...y el amor habrá desaparecido para siempre