miércoles, 4 de marzo de 2015

Escritor de poesías tristes

...Caminó despacio hacia aquella habitación de poca luz y encontró en ella un empolvado escritorio hambriento de aventuras, a la espera del poeta, de los brazos del autor y del raspar de aquel carbón con el que escribe. Junto a él, una maltratada silla de oficina, una vieja lámpara que ilumina eterna, un desgastado lápiz con el borrador mordido que yacía abandonado casi a punto del suicidio y alrededor decenas de hojas de papel marchitas, repletas de frases y poesías tristes que hasta al más frio e insensible corazón le arrancaban una lagrima y suspiros de dolor.


Acomodó la silla por el respaldo y con miedo tomo asiento, se sentía aún el denso pensamiento de aquel letrista de palabras tristes que por meses se vio perdido entre nubes grises, horizontes sin luz y el eterno invierno de la ausencia de ilusiones. A pesar de todo levantó el lápiz y un intenso escalofrío recorrió su cuerpo, tomó una hoja de papel y esperó...esperó una hora, dos horas, tres horas. 


Con grafito en mano observó el profundo vacío de la hoja en blanco hasta que en un momento y sin saber por qué, lo invadio la sensacion de inexplicable felicidad, la comisura de sus labios titubeantes esbozaron la sonrisa de quien sabe que todo va estar bien, cada músculo de su entumecido cuerpo se relajó...y escribió la poesía más alegre jamás escrita.