jueves, 30 de septiembre de 2010

Entre sueños y realidades

Una vez intenté no dormir. No dormir nunca más porque quería ser dueño del tiempo y me preguntaba por qué han de ser sólo 24 horas al día, y por qué tendría yo que estar obligado a dormir las 8 horas de cada noche y perder mi tiempo. Y así que no dormí. No dormí un dia, y luego no dormí dos, y pronto ya pasaba semanas y meses enteros sin pegar los ojos. Sí, lo reconozco, al principio el cansancio me ganaba, de repente dormía en el baño o tras un matorral en el parque, dormía en la oficina, en el cine y en el antro, pero donde nadie me viera, porque yo decía que ya no dormía. Después poco a poco me fui acostumbrando, hacía ejercicio de noche, comía 8 veces al día, tomaba cerveza y curaba la cruda en el mismo día, veía las estrellas fugaces de media noche sin luna, a veces se me olvidaba lo que eran los sueños y a veces los sueños los vivía despierto.

Deambulaba por las noches y hacía los pendientes que no alcanzaba durante el día. Era perfecto, tenía tiempo para todo y para todos. Una noche incluso, en mis andares nocturnos, conocí a una mujer que por azar del destino no durmio en casa esa noche, y que de haber sido yo un común y corriente pernoctador, jamás la habría conocido. Y me enamoré. Y entonces la mitad de mi tiempo lo dedicaba a estar con ella, y la otra mitad a pensar en ella. Si lavaba mis dientes era para ella y si usaba mi camisa verde era para ella. Ella me amaba y el mundo era perfecto, las flores mas bellas, el cielo mas azul, y yo más felíz.

Y un día desperté, y me di cuenta que todo aquello había sido un sueño, y desde ese día decidí volver a dormir. Dormir todo el día y no despertar más porque estar despierto, era una perdida de tiempo. Así que un día no desperté, y luego dos días no desperté, y pronto ya pasaba semanas y meses enteros sin abrir los ojos...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario